Fuego
Escribe: Hugo Alberto Cammarata
Córdoba, 13 de Marzo, 2020
En un mundo, en donde la noticia se caracteriza por la espectacularidad, descubrir un hecho noticiable es un desafío. Que una veintena de personas asistan a un taller del fuego, si bien no reúne las condiciones para llegar a constituirse en noticia, representa una búsqueda interna genuina, poco común en un sistema materialista y vacío. Dicha estas palabras, he aquí la crónica.
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Fuego dormido, fuego despierto |
La llegada
El domingo 8 de Marzo, se realizó en el “Parque de Estudio y Reflexión Paravachasca”, ubicado en la localidad de San Isidro, en la zona sur de la provincia de Córdoba, el “Taller del fuego” organizado por el Movimiento Humanista Universalista. La compositiva del grupo fue variado desde muy jóvenes hasta gente que había pasado la barrera de los sesenta, muchos de los participantes se adentraron a este mundo por primera vez.
"Todo (se) inició con una chispa incandescente que nos iluminó. El fuego, que en todos estaba dormido, se despertó en nuestras manos y juntos, cambiamos la faz de la tierra y saltamos al universo. Nada fue igual después de ese encuentro. Aquel fué el origen de nuestra Historia y nuestra Identidad, y por ello fuimos nombrados “los hijos del fuego”. Taller del Fuego - Una intuición del "algo más"
Los abrazos, la sonrisa franca, entre conocidos y desconocidos, fue el preámbulo de la apertura. En la sala de trabajo, las sillas estaban dispuestas en círculo, los asistentes escucharon con atención las palabras de los organizadores: Lucas y Danilo, quienes en un tono distendido y alegre dieron el encuadre del taller.
Los abrazos, la sonrisa franca, entre conocidos y desconocidos, fue el preámbulo de la apertura. En la sala de trabajo, las sillas estaban dispuestas en círculo, los asistentes escucharon con atención las palabras de los organizadores: Lucas y Danilo, quienes en un tono distendido y alegre dieron el encuadre del taller.
“Aquí están los primeros, los que luego mudaron a otras formas, tantas que no se les pudo reconocer. Aquí están el Fuego y la tormenta, es solo viento, agua y truenos, sin la exaltación del poeta en el que habita la palabra” Rig Veda
Con las manos en el barro
Los “fueguinos” se trasladaron al taller propiamente dicho, y con pala en mano siguieron los pasos del guía, para obtener de la madre tierra, el barro. El primer paso fue modelar los instrumentos para gestar el fuego (despierto) y traslado del fuego (dormido). Las manos creadoras levantaron piezas de barro: un cacharro circular y un hornito que serviría para avivar y trasladar las brasas.
“Había una vez hace mucho tiempo en una tierra muy, pero muy lejana, un ser extraño” (...) “...captó una intención lejana, y la proyectó fuera de sí, sobre ese mundo natural que lo rodeaba y no comprendía. Y así dotó de intención al rayo, al río, a la lluvia…” “… también así dotó de intención al fuego, que le fue brindado por los primeros dioses a través de los rayos, incendios, y erupciones volcánicas…” <<<
El fuego
“Había una vez hace mucho tiempo en una tierra muy, pero muy lejana, un ser extraño” (...) “...captó una intención lejana, y la proyectó fuera de sí, sobre ese mundo natural que lo rodeaba y no comprendía. Y así dotó de intención al rayo, al río, a la lluvia…” “… también así dotó de intención al fuego, que le fue brindado por los primeros dioses a través de los rayos, incendios, y erupciones volcánicas…” <<<
El fuego
Luego de un almuerzo a la canasta, y una larga sobremesa. Los “homínidos” encendieron el fuego a la usanza de estos tiempos, “quedará para un futuro taller, -segùn lo manifestó un guía- la creación del fuego, como lo hacían nuestros primeros ancestros” La pequeña fogata alimentada por recorte de madera, de un aserradero local, crepitaba. Las llamas se alzaban al cielo, el fuego ígneo producía las brazas que cada integrante debía llevar en su hornito de barro (foto). Si bien parecìa una tarea fácil, llevó largas horas para producir tal “milagro”. El contenedor recibía las brazas, al cual se le agregaban ramitas y yuyitos. Los empiristas, soplaban hacia el interior del horno, a través de un orificio, en la base del chirimbolo de barro. La chimenea sahumaba y se transformaban en lengüitas de fuego que jugaban alegremente, ante la presencia atónita del humano que descubre ese potencial de ser creador. Solo dos de los participantes lograron llevar el fuego hacìa otra parte del predio, donde se reprodujo otra fogata igual o más grande a la existente.
“Primero aprendió a conservarlo y luego a producirlo (al fuego). Pudo en un mundo que se le presentaba diverso y polifacético empezar a realizar las primeras abstracciones comenzando así a sustraerse de la dictadura de lo natural.” <<<
Reflexibilidad
Sobre el final se formó una ronda al aire libre, en donde los participantes comentaron su experiencia.
El sol da paso a la sombra de la noche. Los “fueguinos”, sintieron las briznas en su pecho, el fuego sagrado salía de su letargo.
El sol da paso a la sombra de la noche. Los “fueguinos”, sintieron las briznas en su pecho, el fuego sagrado salía de su letargo.
4 Comentarios
¡Hermoso relato!
ResponderEliminarIncreíble transitar esos momentos tan primarios en la Humanidad...
Imagino las vivencias y su correlación con los registros de aquellxs primerxs "guardianxs del Fuego"...
¡Gracias por compartir esta experiencia!
Gracias, por comentar :)
EliminarInspirador. Gracias Hugo por tu cronica
ResponderEliminarSe agradece, simplemente fue lo que registré ese día.
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